(Una versión inglesa de este relato fué publicada hace tres años en the Black Sheep of Exile.
Aquí la tienen, acabada de revisar y cocinada con un poco de arroz y un poco de punk)
Aquí la tienen, acabada de revisar y cocinada con un poco de arroz y un poco de punk)
Todo el mundo sabe, o debe saber, que Cuba es una nación enloquecida por los carros.
Como no se importan automóviles normalmente, y mucho menos carros exóticos, los mecánicos cubanos y los "transformistas" hace un gran trabajo construyendo, reconstruyendo, inventando y reinventando carros con un difícil material: la nada.
Cuando digo "la nada" me refiero a que solamente con viejas piezas a las que quitan el oxido con un trapo y un poco de gasolina, y unas cuantas piezas que con mucho ingenio fabrican en cocinas y traspatios, más las piezas que le sacan a carros del gobierno -canibaleadas- hacen maravillas. Hay qgente que se gana la vida borrando los viejos números de serie de los autos y poniendo uno que sea de tu preferencia.
Mucha gente que conocí hacia maravillas, como lo de trasladar una flamante grabadora del hombro de un cheo a la parte de abajo de la pizarra de un almendrón de los '50 -esto era antes de que hubieran CDs!- escondiéndola detrás del radio, de manera tal que tenías que poner el casette verticalmente detrás de la pizarra para lo cual tenías que ser un contorsionista de habilidades medianas, por lo menos.
Uno de ellos era el Electroloco, de la Avenida de Acosta, justamente de esa parte donde el vecindario se transforma en Lawton. El hombre murió ya, hace mil años, pero su leyenda vive. Uno de estos días tendre que hacer ilustraciones honranto a estos tipos, para que ustedes puedan descargarlas e imprimirlas en T-shirts. Mejor ellos que el cheo huevera, digo yo.... Estos son los verdaderos héroes de la revolucion de los carros, que es la que vale, no la robolución de los tarros, digo de los Castro.
Como decia mi abuelo, "tienes que hacer una revolucion para sobrevivir bajo esta robolución".
Volviendo al titulo, el chucho.... que es la corrupcion cubana de switch, es decir, un interruptor.
Tuve un viejísimo y enorme Ford del 1953 Ford. Funcionaba perfecto, con buenisima marcha y mejor garra, gracias a la increible cantidad de adaptaciones, cambios, tornillos de medidas americanas y metricas, trozos de manguera de lavadora, botellas plasticas, alambres de perchero y otros mil elementos que coincidían y coexistían de un modo no tan pacífico debajo del capó (otra palabra cubana, viene del francés capot, en inglés hood) del auto. En inglés me refiero a los autos como "ella" ya que en aquel entonces lo que tenía con aquella máquina enorme era romance, con el perdón de mis pasajeras.... Que les digo, los marinos se refieren a sus barcos como "ella" y al mar en el femenino "la mar".
Como decia mi abuelo, "tienes que hacer una revolucion para sobrevivir bajo esta robolución".
Volviendo al titulo, el chucho.... que es la corrupcion cubana de switch, es decir, un interruptor.
Tuve un viejísimo y enorme Ford del 1953 Ford. Funcionaba perfecto, con buenisima marcha y mejor garra, gracias a la increible cantidad de adaptaciones, cambios, tornillos de medidas americanas y metricas, trozos de manguera de lavadora, botellas plasticas, alambres de perchero y otros mil elementos que coincidían y coexistían de un modo no tan pacífico debajo del capó (otra palabra cubana, viene del francés capot, en inglés hood) del auto. En inglés me refiero a los autos como "ella" ya que en aquel entonces lo que tenía con aquella máquina enorme era romance, con el perdón de mis pasajeras.... Que les digo, los marinos se refieren a sus barcos como "ella" y al mar en el femenino "la mar".
Casi todas las noches me daban una multa por exceso de velocidad en el Malecón. Hasta un día que me iluminé con la idea que el Electroloco me instalara un chucho, para resolver mis problemas con la policía del único modo que se me podía ocurrir.....
Era un simple chucho de una antigua batidora Osterizer. Un rezago del capitalismo, diría un comunista. Ese cosita de encender y apagar la batidora. En habanero, un chucho.
El Electroloco lo instaló al lado del radio. Con el podía apagar y encender las luces de los frenos. ¿Ilegal? Claro esta, pero que me iba a preocupar con semejante detalle, viviendo bajo castro, cuyo dictadura debería ser considerada ilegal y la mayor parte de los países ni siquiera admiten que es una tiranía.
Y claro, andaba por el Malecón tranquilamente buscando a una perseguidora para poner el chucho a prueba. En esa época conocía a un tipo que me vendio la misma pintura gris de la lancha Griffin y el color era bastante anonimo en la Habana, muchos pintaron sus autos con ella ¡diez pesos la lata! Había cambiado un poco la chapa, transformando la C en una G y el 1 en una L y el 3 en un 8 con unos pedacitos de teipe electrico (electrical tape for the anglo-purists)
Cerca del hotel Riviera vi a un policía sentado dentro de una perseguidora Lada y a otro policía que le acercaba. Subí una cuadra por Paseo, le di la vuelta al hotel, apagué las luces para llamar la atención de la policía y chirrié las gomas como un condenado. Picaron, los pargos....
Salieron ellos también chirriando gomas detras de mi, y encendí las luces, mientras hacía rectas ligeras curvas del Malecón y ganaba velocidad. Ya estaban detrás de mi en la Putica de Ojos Azules, como llamaban entonces a las perseguidoras en habanero ya que te hacen guiños con sus luces azules antes de agarrarte (por alguna razón los policías orientales todavía las llamaban "micro-ondas" como en tiempos de Batista)
Ya estaban cerca. Podía ver sus caras de perro y los nudillos palidos del que venía manejando, de tanto que apretaba el timón. Y entonces usé el chucho a la vez que pisaba el acelerador hasta el metal del suelo del carro. El policía tiene que haberse parado con todo su peso y su fuerza sobre el freno, pensando que iba a chocar conmigo, por el retrovisor lo vi dar unas cuantas vueltas y patinazos en el Malecón húmedo, mientras ya subíamos por 23, frente al Hotel Nacional hacia el Coppelia, mi divertida pasajera y yo. Se que ahora estan contemplando el monitor como miré yo el retrovisor de mi Ford y que lo único que escuchan ahora es lo que tenía en mi cassette, Born to be Wild de Steppen Wolf, que era la canción que sonaba en el auto mientras duró esta aventura.
Y de ahi al Cementerio de Colón, en 23 y 12 para tomar unas fotos fantasmagóricas en blanco y negro con antorchas y un flash.... Ella hacía grandes desnudos.
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