Poco queda por decir del caso de Urbano Gonzalez Roman después del artículo sobre su caso publicado en Penúltimos Días y en Punt de Vista en horas del lunes 10 de mayo de 2010.
Sin embargo, no puedo dejar de escribir sobre el tema.
Admito que leyendo la noticia, en unos primeros instantes de estupefacción me resistí a creerlo. En las horas siguientes he transitado intermitentemente entre rabia, impotencia y pena por Urbano. Se que ni intentándolo puedo imaginarme por lo que ha pasado, pero me hago una clara idea.
La ansiedad de la lejanía y separación de la familia es algo con lo que estoy familiarizada. Imagino que el trayecto de aproximadamente 9 horas en avión entre España y La Habana será una especie de tortura frente a los deseos de abrazar y besar a nuestros seres más queridos y la casi eminente reunificación.
Intento imaginar el dolor y la angustia al saber que su familia se encontraba a solo unos metros de él, separados por unas puertas automáticas; por el apartheid político y las técnicas represivas imperantes por más de 50 años en nuestro país: Cuba.
La deportación arbitraria de Urbano Gonzalez, sin ningún fondo legal demostrado (tenía toda su documentación en perfecta regla) y sin un motivo "claro" (aunque es más que obvio que es por intolerancia política) es otro intento de escarmentar a los que osamos actuar libremente en consecuencia con nuestros pensamientos y defendiendo nuestros derechos como seres humanos y como cubanos; a los que nos hemos cansado de tanto abuso y levantamos nuestra voz contra la dictadura de los Castro.
No hay derecho. No tienen derecho y lo saben.
Este caso pasará a engrosar el expediente abierto, por el Defensor del Pueblo; aquí en España investigando los actos de repudio y otras vejaciones que sufrimos los que nos manifestamos pacíficamente frente a los consulados cubanos en España.
1 ¿que tu crees?:
Lo que le sucedió a ustedes en Santiago de Compostela y ahora a este señor son pruebas fehacientes de que la represión castrista traspasa las fronteras.
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