Me monte en la ola de The Police temprano. Eran los años 70, y de solo escuchar los drums de Stewart Copeland, sabía que el trió iba a revolucionar la música contemporánea. Sabía que iban a tener un impacto comercial espectacular. Los años 80 me dieron la razón.
Uno de mis recuerdos más gratos, por llamarle al que les voy a contar de alguna forma, ocurrió en el verano del 80. La escena Punk ya venía descuartizando al Disco hacia algún rato, pero el mainstream en el sur de la Florida donde me encontraba, y me sigo encontrando, seguía sumergido en lo que se llamaría años más tarde el Miami Sound.
La cosa es que iba a todo dar manejando mi carro con un grupo de amigos de la época. Íbamos por las céntricas calles de Hialeah a una impresionante velocidad. Mis socios y yo estábamos mandados a correr en todo el sentido de la palabra. El que quiera entender, que entienda. De pronto, la niña de los ojos azules nos prendió su altoparlante, sirenas, ya saben. Eche a un lado de la calle mi carro y el patrullero se coloco detrás.
Cuando aquello te podías bajar del carro si un policía te paraba. Tremendo cubanazo de Hialeah’s finest se bajo del patrullero. Un heavyweight de bigotes nos pregunto: “¿A dónde van ustedes con tanta prisa?” Y acto seguido me pidió mi licencia de conducir y nos dijo a todos que nos viráramos mirando al carro y que pusiéramos nuestras manos sobre el vehículo.
De pronto lo inesperado. El oficial se percata de que en el asiento de atrás de mi auto, entre las botellas de alcohol y parafernalia, está el disco Regatta de Blanc. Le llamo la atención y me pidió que lo sacara del carro y se lo diera. “The Police… ¿Qué es esto?” Le explique al gordo de uniforme apretado, que se trataba de nuestra banda favorita (exageraba por razones obvias) y que precisamente íbamos a verlos cuando nos paro. “Somos fans de la Policía” le dije. El oficial de la ciudad que progresa entonces exclamo: “¡Coño esto sí que esta bueno. Muchachos que les gusta la policía! Está bien entonces, sigan a donde iban”. Y con eso me devolvió el álbum y mi licencia. Mis socios y yo nos metimos en el carro, y nos fuimos. Claro, a menos velocidad.
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