Alejandro Cernuda
“Hay en nosotros, los que somos maestros, un apego excesivo a ciertas pequeñeces que no queremos sacrificar: la expresión y definición del texto, el detalle de la asignatura, el precepto recibido desde antiguo tiempo, la confianza ciega en lo constituido y otro cúmulo de nociones, de hábitos, preocupaciones y prejuicios que heredamos unos de otros para entregarlos íntegros a los que vienen después”
Manuel Valdés Rodríguez (1849-1914)
Cualquier manifestación revolucionaria de la cultura en América Latina, ha estado marcada por la búsqueda del pensamiento independiente a lo heredado. Son nuestras ideas en la educación viva prueba de lo antes dicho. Se abrió el mundo occidental a nosotros cuando España estaba sumida en la Escolástica … no tenían más y eso heredamos. Es un error pensar que esta filosofía fue un mecanismo de dominación conciente, no, para los españoles era su forma de entender el mundo hasta donde se lo permitía su fuerte raíz mariana.
Si bien, las colonias despertaron al mundo en el romanticismo, fue un poco después que comenzamos a asumir el fenómeno americano como algo distinto. La creación de universidades autóctonas, aunque veladas por la ética española, la fundación de ciudades y el movimiento independentista, trajeron a nuestras tierras una filosofía distinta. En particular la educación se alimentó del acervo europeo y norteamericano más revolucionario y nombres como el de Rousseau y Jefferson fueron escuchados por primera vez. Luego llegaron los grandes pensadores: Martí, Sarmientos, Hostos, y un día América Latina se vio sola. Unirse en espíritu debe ser el primer paso de la conciencia latinoamericana, la educación tiene un protagonismo insoslayable.
Es conocido el caso, los vinateros intercambian hijos para complementar su formación. Lo que parece una inofensiva y antigua opción de tiempos sin Internet, es en realidad una inteligente forma del espionaje benigno. Así mismo debería llevarse a los maestros nuevos a sentarse en las aulas de los viejos, para que diversifiquen los métodos, porque como la de los vinateros, la educación, por más que se produzcan escuelas y maestros en serie, está hecha de pequeñas empresas. Cada lector tiene su libro preferido, cada alumno su maestro, no hay nada malo en saberse frente a un ser individual ni es evitable mientras sea una persona. Una ética, pero también la modulación de la voz, el rostro amable o diabólico, la forma de vestir… la sutil dinámica de las profesoras que mueven el trasero al escribir, todo importa, pero pocas cosas necesitan ser reguladas al extremo. Ni siquiera la ética debe ser panfletaria. Dos horas cuatro veces a la semana durante un año suman demasiado tiempo en la mente de un estudiante. Demasiado tiempo en la mente de cualquiera para imaginar que la relación entre alumnos y profesores se basará sólo en transmitir a las neuronas lo que está en el libro. Se transmiten muchas cosas más, hasta las enfermedades.
Pero la educación también es una relación de poder… entendámonos: si el cabecilla tira de los moños a la niña de los espejuelos y yo le digo que traiga a sus padres, acabo de inmiscuir un agente externo que mata la relación de poder. Cuando estas cosas suceden, salvo excepciones pantagruélicas, en el profesor hay algo de culpa. Casi seguro, este niño no es un maniático tirante en todas las clases. Como en los gobiernos, las relaciones de poder en el aula van desde la democracia hasta la dictadura. Como en los estados lo ideal es que el pueblo (alumnos) sientan que vale la pena la riqueza recibida (conocimiento) a cambio de trabajo (tiempo y disciplina) Percepción difícil porque la riqueza recibida casi siempre es intangible, por tanto, la esencia del problema fundamental de esta clase obrera no está en el mal reparto de la riqueza sino en el valor de uso de lo recibido. Generalmente se explota el valor de cambio de esta mercancía (conocimiento) al enfrentarse el alumno a los exámenes, donde sí es tangible lo recibido.
Resumiendo: el problema fundamental de la educación es que la transmisión del conocimiento está basada en el error de achacarle un valor de cambio al acervo en lugar de un valor de uso y esto genera un conflicto por encima del techo de la escuela, pues la sociedad clasifica a dieciséis avatares humanos como más importantes que la sabiduría. Pero no es preciso llegar tan lejos, ya dijo Calderón de la Barca que la vida es sueño. La escuela no clasifica como modelo de ninguna situación natural. La escuela es imprescindible para la sociedad moderna pero no ha sido ni es el único método para la transmisión del conocimiento. Así que es un fenómeno forzado en el instinto del alumno, quien tiende a la libertad. Si llegamos a tanto, si no parecía tan erróneo cuando tipos como Platón fundaron la Academia en un paisaje que reverenciaba el conocimiento, si el cristianismo ordenó la enseñanza cristiana como medio ideal para globalizar el proselitismo, si los del Shaolin o los tutores de la aristocracia azteca reunieron párvulos bajo la insignia de lo sagrado… si todo eso sucedió, no es imposible crear relaciones entre el conocimiento, como hicieron ellos, y los dieciséis avatares más importantes.
Conozco un lugar donde hay una ceiba –árbol sagrado-. La circunstancia de ser una sobreviviente a la demolición que tuvo lugar en aras de la zafra, la dejó aislada entre las cañas y al país con un cordel menos de campo aprovechado. Esta ceiba tiene, sin embargo, el record de ser el árbol más orinado por trabajadores agrícolas del país y también el privilegio de ser la meta que usan los cañeros para el descanso. Allí se bronquearon Antonio y José por culpa de María Estévez la noche en que uno de los dos apareció macheteado. Allí duermen la siesta los proscritos del trabajo voluntario. Allí ocurrió el acto de fin de zafra de la brigada Antonio Maceo. Allí aparecen a menudo las migajas de la religión afrocubana. Un árbol que crece impune al desarrollo normal de los acontecimientos, el hecho fortuito de existir un demoledor menos comprometido con la economía del país que con la creencia en lo sagrado de la ceiba permite una serie de situaciones. De pronto se me ocurre el símil con la educación impuesta sobre la condición de libertad humana. En aquel entorno se representan los actos del ser (aunque en los actos hay un muerto, caso extremo, digo que se representan porque un muerto no es la muerte ni un hombre es el hombre). Para los conocedores, llegar hasta la ceiba es como entrar al cine donde vimos la buena película. La escuela debe ser el teatro donde se sospechan los variados caminos y su relación con el conocimiento.
1 ¿que tu crees?:
Estupendo articulo!!! Este es unos de los temas que mas me han fascinado en mi vida!! Gracias por esta colaoracion!!
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