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Mi papá solía decir que los derechos no tienen color político, ni de raza, ni de cultura. Tampoco las dictaduras tienen color político. No son de derecha ni de izquierda, son sólo dictaduras. Estas son las palabras de Oswaldo Payá, líder de la oposición cubana que murió víctima de un atentado hace poco más de un año, junto al también líder opositor de 32 años Harold Cepero. Y es que la violencia contra la oposición y la represión contra todos los cubanos, especialmente aquellos con una expresión alternativa, ha aumentado visiblemente en el último año.
Los cubanos sufrimos el peso del mito creado por la mega-operación de inteligencia de exportación de la llamada Revolución cubana, que ha convertido a asesinos como el Ché Guevara en ídolos de la juventud mundial. Son jóvenes que, con muy buenas intenciones, sirven ingenuamente a la propaganda del régimen totalitario de La Habana, mientras los cubanos tenemos que vivir soportando que muchos de nuestros hermanos iberoamericanos aun piensen:
-que en mi país la educación y la salud son gratuitas y de calidad, cuando son la excusa de nuestros míseros salarios, y cuando el nivel ha bajado preocupantemente y los maestros profesionales han abandonado las aulas en busca de mejores condiciones de vida; cuando los hospitales se encuentran en franco deterioro y escasean los medicamentos y los médicos, en parte por las malas condiciones de trabajo y en parte porque el gobierno los exporta y explota masivamente, cual mercancía, y los que quedan en la Isla no dan abasto.
-que en mi país se erradicó el hambre, cuando el cubano medio gana menos de un dólar al día, y una botella de aceite para cocinar cuesta dos dólares y ni tan siquiera tiene derecho a decir que es pobre.
-que mi país es la Tierra de la Libertad, cuando hace más de 60 años que los cubanos no participan en elecciones libres y plurales.
-que están garantizados los derechos ciudadanos, cuando los cubanos que viven fuera, sean exiliados o emigrados, son todos desterrados porque no se reconocen sus pocos derechos, y viven con miedo a que el gobierno les niegue la entrada y no puedan asistir, por ejemplo, al funeral de sus madres, y cuando todos los medios de comunicación los controla el gobierno, y el acceso a internet no es un derecho.
Pero los cubanos están cansados, los cubanos quieren cambios. Hace más de 10 años, más de 25 mil cubanos propusieron un proyecto de reforma legal, llamado Proyecto Varela, para que se realice un plebiscito y se le pregunte al pueblo si quieren o no cambios en las leyes que garanticen libertad de expresión, libertad de asociación, libertad para los prisioneros políticos pacíficos, la empresa privada y las elecciones libres. La constitución cubana establece que si más de 10 mil personas apoyan una propuesta legal, entonces el gobierno está por constitución en la obligación de responder.
Por más de 10 años el gobierno cubano ha violado su propia constitución y la declaración universal de derechos humanos, y no responde al llamado de plebiscito de sus ciudadanos, que, rompiendo la cultura del miedo y tomando los riegos de la represión de la Seguridad del Estado, han puesto su nombre, su dirección y su número de identidad en una propuesta legal y le han dicho al gobierno queremos cambios reales.
Esperamos su solidaridad para que en esta Cumbre Iberoamericana se cuestione al gobierno cubano sobre la realización del plebiscito y se le invite a cumplir con su propia ley y a responder al llamado directo de sus ciudadanos.
Pero no solo esperamos su solidaridad por un gesto altruista y fraternal con el pueblo cubano, que merece una transición hacia la democracia, esperamos su solidaridad porque consideramos que el gobierno dinástico y totalitario, que mantiene el grupo en el poder en Cuba, es una amenaza para las democracias de toda la región.
Lo estamos viendo en el alarmante nivel de injerencia del gobierno cubano en los asuntos internos de Venezuela. He aquí dos gobiernos que no son legítimos, porque lo que ocurrió en abril en la tierra de Bolívar está muy lejos de ser un proceso transparente y justo, y porque en Cuba hace 65 años que no se realizan elecciones libres. Sin embargo, Raúl Castro, que llegó al poder por herencia dinástica, es el actual presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la mayoría de las democracias del mundo reconocen a Nicolás Maduro como presidente.
Por otro lado, un desproporcionado Ministerio de Relaciones Exteriores cubano se encarga de fomentar “movimientos de solidaridad con la Revolución” en todo el planeta, y de crear redes de espionaje como la Red Avispa en Estados Unidos, y de la infiltración de inteligencia que al parecer ya controla gestiones públicas en Venezuela y otros países del ALBA.
Vemos como algunos países iberoamericanos a la vuelta de 10 años presentan sociedades divididas en torno a gobiernos populistas, cuyo denominador común es el intento de perpetuarse en el poder y su cercanía a los dictadores cubanos. Estos últimos, después de no pocos intentos, han terminado por desechar la opción de la toma violenta del poder en la región mediante las guerrillas y el terrorismo. Los fenómenos populistas, en ocasiones gestionando algunas medidas necesarias dirigidas especialmente a las clases más pobres, han tomado ventaja de la corrupción de los gobiernos anteriores que poco hicieron por eliminar la inequidad, la pobreza, la criminalidad o por mejorar el acceso a la salud y la educación. Son populismos que en su mayoría presentan niveles similares de corrupción y terminan coartando libertades fundamentales, que van desde el irrespeto a la empresa privada hasta el control desmedido sobre los medios de comunicación.
Pero América Latina no tiene que debatirse entre el neoliberalismo capitalista salvaje, caracterizado en un tiempo por el entreguismo a los Estados Unidos, y los populismos con matices totalitarios influenciados por el régimen de La Habana. Ese no tiene que ser el futuro de nuestra región. Por eso creo que durante estos tres días, como vanguardia joven iberoamericana, enfrentamos el desafío de mirar al ciudadano antes que al poder, al ser humano que vive y que sufre del poder, cuando este no está al servicio de la sociedad, sino que fragmenta y enferma a la sociedad para perpetuarse o enriquecerse.
Otro ejemplo alarmante del peligro que significa la continuidad del régimen de no-derecho en Cuba, dirigido por una cúpula económico-militar, es el contrabando de barcos mercantiles con municiones y armas en plena operatividad recientemente expuesto, cuando las autoridades de ese Canal que visitamos ayer descubrieron un barco norcoreano salido de Cuba cargado de armamento no declarado y con un destino aún desconocido, transgrediendo la seguridad nacional de un país hermano como Panamá, violando varias resoluciones de Naciones Unidas sobre la dictadura de Corea del Norte, y poniendo en riesgo vidas humanas inocentes.
¿Qué ha venido después? La desaparición misteriosa de los dos testigos claves responsables en Cuba y Norcorea, que podrían ser citados a declarar en la ONU. A finales de agosto, en otro “accidente de tránsito” murió junto a su familia el General de División Pedro Mendiondo Gómez, Jefe de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria. Mientras Kim Kyok Sik, general del Estado Mayor del Ejército norcoreano, que apenas acababa de regresar de Cuba, desapareció en silencio de su cargo a fines de septiembre. Se desconoce su paradero. Y la tripulación de 35 norcoreanos inocentes, pero al mismo tiempo cómplices en un crimen internacional, cuyo capitán intentó suicidarse, permanece recluida en este país y quien sabe qué destino terrible le espera a su regreso a Norcorea (acaso sus familias ya estén siendo reprimidas, como es habitual en la dinastía de los Kim). El barco era un peligro real, pues bajo toneladas de azúcar transportaba explosivos y munición viva, según dio a conocer el fiscal antidrogas de Panamá. Pero el Ministerio de Exteriores cubano, lejos de pedir perdón, mintió diciendo que se trataba de armamento defensivo obsoleto.
El gobierno no ha tenido la dignidad para hacerlo, yo como ciudadana cubana, como tantos otros cubanos libres, sí puedo hacer lo que el gobierno es incapaz de hacer: pedir perdón al hermano pueblo de Panamá y a toda la comunidad latinoamericana de naciones aquí representada.
El gobierno cubano acaba de perder sus últimos visos de autoridad con este crimen internacional, que se suma a los incontables abusos que de manera impune se cometen en Cuba contra los ciudadanos, sean o no contestatarios, con el aumento de la represión violenta contra los miembros de la oposición. Hace dos días la Seguridad del Estado asaltó la vivienda de Juan Carlos González, un líder invidente de la oposición, y patearon a su esposa. Hace unos meses asaltaron a machetazos a Werlando Leiva, solo por su labor cívica en nuestro Movimiento Cristiano Liberación a favor de los cambios pacíficos.
Era la Seguridad del Estado quien amenazaba de muerte a mi padre y quien le vigilaba, según ellos mismos confesaron en una de sus páginas de Twitter el mismo día que sufrió el atentado que terminó con su vida. Mas el gobierno español valida la versión de “accidente de tránsito” que da el mismo gobierno que amenazaba de muerte a mi padre, mientras en Naciones Unidas la misión cubana rechaza abiertamente las recomendaciones de países democráticos de permitir una investigación sobre la muerte de mi padre y de tomar medidas para garantizar los derechos de todos los cubanos.
Hoy estamos esperando la solidaridad de ustedes para que en la Cumbre Iberoamericana se inste al gobierno cubano a la transparencia y a permitir una investigación independiente de los hechos. Es hora de que el régimen de La Habana comience a recibir consecuencias internacionales por los atropellos que comete. Esta es una manera de proteger las vidas de los defensores de los derechos humanos dentro de la Isla y de detener la impunidad con que hasta ahora se manejan los cuerpos represivos de la Seguridad del Estado en mi país.
Hoy, reitero, estamos esperando recibir su solidaridad para que en la Cumbre de Jefes de Estado se inste al gobierno cubano a dar un paso hacia la transición democrática pacífica y a realizar el plebiscito que miles de ciudadanos le están exigiendo con el Proyecto Varela. Los cubanos queremos cambios pacíficos, sin odios pero sin miedo. Porque como nos recordaba mi padre, como todos los iberoamericanos y como todos los seres humanos, tenemos derecho a los derechos y a buscar la felicidad en la manera que cada cual estime conveniente, encaminando a nuestra Isla hacia la prosperidad y aportando sencillamente con nuestro trabajo honrado al mejoramiento de toda la región.
La pregunta es si la comunidad iberoamericana estará o no de parte de los derechos de los cubanos y, con ello, de parte de los derechos y la autogestión de todos los latinoamericanos. Es una pregunta que compromete un mañana de carácter democratizante o dictatorial. Para los cubanos, ese futuro es hoy y por él luchamos.
Este dilema está mucho más allá de las ideologías. La invitación está hecha.
Dios nos ayude a todos
Rosa María Payá Acevedo
Octubre 14, 2013.
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