Fucking shit, me digo mientras atravieso el desierto de 40 grados que supone el paso del Capitolio.
En la escalinata los turistas jadean y se tiran fotos llenos de pamelas y telas protectoras.
Abajo un carrito pone bien grande: ALL IS COLD: se venden ahí refrescos, cervezas y helados… a precio de turista.
Mierda, me repito porque el calor es tan insoportable que apenas puedo arrastrar mis sandalias bajo el granito ardiente.
En la esquina un carrito algo más diferente: tanto más porque abunda: de hecho se encuentra en cada esquina de La Habana, que es como se le llama a la parte más vieja de la ciudad, donde hay más hoteles, más tiendas y más gente. Y donde el sol parece estar más violentamente presente.
Créanme, en el Vedado el calor se siente diferente, caliente igual pero más suave, el diablo sabrá por qué.
Y no hablemos de municipios como 10 de Octubre o Alamar, que son absolutamente intransitables a pie, o en bicicleta, o en camello.
Generalmente yo me muevo a pie, y en botella, cuando la distancia es muy grande. Lo que supone ardua espera al sol en el semáforo más cercano.
Me acuerdo de lo que decía Cortázar evocando un mundo más razonable: todo sería de plástico y en los televisores habría paisajes tropicales para los habitantes de Reijavik, y vistas de igloos para los de La Habana, “compensaciones sutiles que conformarán todas las rebeldías”… más allá de toda ingenuidad del no tan bueno de Julio, la imagen del igloo me tranquiliza ipso facto, así que apuro el paso hasta llegar a ese otro carrito en la esquina del Capitolio, frente al Gran Teatro.
Su proximidad ya implica cierto alivio. Es uno de los carritos de granizado.
De fresa, o “jarabe de venadrilina” como se estiló alguna vez, no sé con qué propósito maléfico de las autoridades que como se sabe siempre están atentando contra la tranquilidad y seguridad del pueblo: conspiraciones como la venadrilina en el granizado o la venta ilícita y propagadísima del parkisonil de los viejitos esquizofrénicos en casi todas las cuadras de casi todos los barrios, con puntos de venta muy cercanos por cierto a los mismos comités de chivatonería, nunca se han verificado… pero lo que entra en duda tiene un margen de credibilidad innegable, por mucho que la gente se haya vuelto tan paranoica en La Habana. Yo incluida. Como sea, estas dos sustancias son lo más eficaz que puede haber en mantener a todos controlados y adormecidos, inofensivos más bien. Y para colmo este fucking clima es el favorecedor número uno para inmovilizar a cualquiera. Así que me parece delicioso e inmediatamente refrescador el maravilloso granizado, contenga lo que contenga.
Aunque no me gustaría mucho la idea europea de rociar a la gente con mangueras de agua cuando las oleadas de calor mortíferas, eso tampoco vendría demasiado mal aquí. Pero bueno, supongo que entonces le faltaría el agua a media Habana, como casi siempre por demás, y la solución devendría problemazo.
Tropiezo entonces con un viejo amigo. Candela, me dice, la cosa está que arde, chama. Ya no puedo vender más discos (él vende DVDs de películas de acción en el cuchillo de Zanja) en el barrio Chino, van a sacar una tonga de decretos contra el que no pincha oficialmente en edad laboral. Además el transporte va a disminuir, porque van a reubicar a todo el mundo por municipio, y si tú eres del Cerro, tienes que trabajar ahí, por la falta de petróleo, que ya parece que el Chávez se lo tumbó al general.
Saboreo mi granizado mientras seguimos caminando bajo un sol de mil demonios. De pinga, asere. Todos los negocitos que tiene la gente por la izquierda se van a ir del aire. Y pienso cómo algunos pudieron imaginarse un cambio positivo luego del pase del mandato y la revolución bolivariana. Lejos de extender van a centralizar más todavía la economía ésta de mierda que tenemos. Los productos exportados van a desaparecer. Eso ya lo he podido comprobar en algunas tiendas. Todo tiene que ser de producción nacional, y como no se produce ni carajo, pues lo que viene es otro período más especial todavía. Hace demasiado calor, le digo a mi amigo, para atormentarse tan temprano, calma, búscate una pinchita más o menos en la Casa de la Cultura o algo, a ver si no acabas como el pobre de Pánfilo, que a las cosas ya no se le llaman por su nombre, y lo que cogió el pobre tipo fue la temida ley del vago y se jodió. Así que asegúrate un tallercito literario o algo por el estilo que te deje tiempo para otras movidas que la cosa se pone dura, chama. El cubano siempre ha tenido una mirada azorada, un chisporroteo de locura exacerbada por el calor y la carencia.
Mi amigo no se escapa a esta mirada ansiosa. Con grandes patas de gallina alrededor de los ojos, y una piel irritada y chamuscada que ha perdido toda pigmentación original. Lo abrazo y se aleja dando tumbos por la calle humeante. Con un libro bajo el brazo y un granizado en la mano.
Una gorra cubre su calva incipiente de apenas cuarenta años.
Los turistas siguen haciéndose fotos desde lo alto del Bus Rojo destechado.
No sé cómo resisten esta temperatura.
No sé cómo resisto esta temperatura.
Tiro mi vasito de papel en la papelera más próxima.
Sigo arrastrando mis sandalias con pasos apurados para escapar del sol.
Fucking fucking SHIT! Calor de mierda.
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