Ya me había ganado la confianza de los padres de Yeni, sobre todo de su padre, al que a veces ayudaba en cualquier arreglo dentro o fuera de la casa, su madre me masticaba pero no me tragaba.
El caso es que me había quedado a dormir como dos o tres noches, en el sofá, claro. Ese día llegó ella temprano de la escuela y me encontró pintando el portal, todo embarrado de un color rosa claro, -la verdad es que mi padre te tiene de esclavo- , yo me limité a mirarla, llevaba su uniforme, su sayita bien corta y los habituales pezones apuntando amenazantes, después que terminé me invitaron a comer, pollo frito y arroz con frijoles.
¡QUE ASCO!
Parece que en Cuba solo se come eso, estaba allí sentado, pretendiendo los cumplidos más apropiados a su madre.
Por la noche nos fuimos a la discoteca del barrio, no sin antes la habitual advertencia, -Me cuidas a la niña-.
Allí se puso ella a besuquearse con su novio de turno, yo conversaba con un nuevo amigo que conocía mucho de música y me prometía pasarme discos que no había escuchado, no le quitaba los ojos de encima , eso de verla apretando y besando me ponía encendido.
Como casi siempre, Yeni discutía con sus novios, quizá por su experiencia familiar, eso de discutir parece que estaba de moda. El novio, creo que se llamaba Roly, se enfadó mucho y se fue a bailar con sus amigos y otras chicas, discutían por otra chica que no le caía muy bien a ella. Tuve que dejar mi conversación y hacer del mejor amigo otra vez con Yeni, nos pusimos a bailar muy pegados esta vez, parecía que estábamos cuadrados. No nos separamos en toda la noche hasta que cerró el lugar y ella pareció olvidar su discusión por completo.
En el camino hasta su casa íbamos abrazados por pequeños tramos y hasta reíamos juntos de cualquier cosa. Cuando llegamos le pedí un vaso de agua, me senté en el sofá y me invito a que me quedara nuevamente. –Dale quédate que tú le caes muy bien a mi papá-. Ante semejante petición quién podía negarse, no iba a ser yo quien rehusara tamaña invitación. Lo que me dejo pasmado fue lo que dijo después, cuando iba camino de su habitación.-Si quieres puedes dormir en mi otra cama, ese sofá de vinil te debe de asar de calor, yo nunca había entrado en su cuarto y ya temblaba con solo la idea de dormir cerca de ella.
Ya dentro me pidió que me diera vuelta y no la mirara mientras se cambiaba para dormir, cuando me viré a ver ya estaba acostada bajo las sábanas, Yeni tenía ese don de sorprenderme siempre. Yo me quite la camisa y los zapatos y me tiré en la otra cama, las camas hacían un ángulo perfecto de 90 grados. -Apaga la luz por favor y abre las ventanas- , - que bueno que te quedas a dormir, así estoy protegida, sabes que me han mirado por la ventana mientras duermo semidesnuda-.
En ese momento no pude evitar escuchar a mi bulto, que me pedía a gritos que callera encima de ella, semejante comentario no me dejaría dormir en toda la noche. Ver a Yeni enroscada en sus sábanas, era una tentación insoportable, parecía dormida, parecía despierta, parecía sobre todo estar esperándome.
Mi mano se volvió más fuerte y atrevida que Yeni, se deslizó suave por debajo de la sábana hasta que alcanzó sus muslos, caricia que no parecía molestarle para nada, para mi sorpresa y total agrado solo vestía un tanga bien metido entre sus nalgas, estaba para comérsela viva. Con mucho cuidado me fui pasando hasta quedar justo a su lado, estaba boca abajo, pasando mi mano por sus nalgas, separando ese tanga que se me antojaba rojo vivo, hasta que toque y toque y la toque. Su chocho todo mojado, caliente que me quemaba mis dos dedos hurgando dentro de ella que se retorcía en su más agradable empeño por no despertar.
Ya estaba a punto de entrar en lo desconocido cuando se abrió la puerta de su cuarto y su madre por poco me pesca profanando a su hijita santa.
Me salvó el brinco preciso de caer en la otra cama como un gato cuando sentí girar el picaporte.
-¿Qué hace el aquí? – nada mami, pobrecito, se va a derretir en ese sofá. –está bien Yeni, mañana hablaremos y no me cierres más la puerta del cuarto.
Ya sabía desde antes que no iba a dormir esa noche y menos después de semejante susto, pero fue poco, en la mañana de ese domingo, cuando me despedía de ella en el portal por poco reviento al escucharla.
– Sabes, anoche soñé con Roly, casi casi me vengo toda.
1 ¿que tu crees?:
Siempre hay una primera vez...
Era una niña de 11 años pero ya mi cuerpo había desarrollado a partir de mi primera menstruación dos años atrás. Tenía un vello suave en el pubis y mis pechos habían crecido lo suficiente como para que los varones empezaran a fijarse en ellos... y yo me daba cuanta de la atracción que ejercía sobre ellos.
Muchas veces, los viernes no regresaba a mi casa sino me quedaba en la de una amiga que llamaré M. y que era cuatro años mayor que yo. Pasaba la noche en el pueblo. Veíamos televisión, conversábamos largos ratos acostada M. y yo, una al lado de la otra en su cama, y el sábado ibamos a la matinee en el cine. Ya al caer la tarde regresaba yo a mi casa en el campo.
Una noche de viernes ocurrió cuando estábamos acostadas. No recuerdo exactamente las palabras que M. usó cuando me preguntó si alguna vez me había masturbado. Dije que no y entonces ella me explicó y en la penumbra de la habitación pude ver lo que ella hacía sobre su propio cuerpo.
Me asusté un poco al ver como a medida que ella se iba acariciando, aumentaban su repiración y la frecuencia de sus quedos gemidos, se movía sobre la cama de un lado al otro y abría y cerraba sus muslos, suspirando, hasta que tras unos movimientos bruscos quedó con la respiración entrecortada acurrucada sobre su propio vientre como en un desmayo, llena de sudor.
Minutos después me dijo que lo hiciera yo porque era algo muy agradable. Con un poco de temor, hice lo mismo que le vi hacer a ella. No tuve ni respiración entrecortada ni quejidos, pero sí una serie de sensaciones agradables que sentía por primera vez y que solo lograron acelerar el ritmo de mi corazón.
Después conversamos y reímos y me habló del sexo como solo dos chicas ingenuas y vírgenes saben hablar.
Había sido la primera vez. Mi amiga M. me había iniciado en la masturbación, el solitario placer que nos permite descubrir a nuestros cuerpos, nuestras sensaciones sexuales, nuestras respuestas, nuestros orgasmos y nos prepara para una vida sexual futura plena y llena de gozo.
Continué visitando a M. muchos viernes más y en las noches nos masturbábamos una al lado de la otra o, mejor, una a la otra y nos besábamos y nos acariciábamos los pechos hasta terminar abrazadas en un clímax de placer.
Mientras, volaban en nuestras mentes héroes y príncipes que excitaban nuestros deseos.
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