Aunque la clasificación de “serious games” o “juegos serios” se definió desde 1970, no es hasta hace aproximadamente una década que el término se generalizó en el sector de los videojuegos, y durante los últimos años ha crecido el interés por ellos al considerárseles como una de las mayores potencialidades de la comunicación audiovisual. Influida por esta corriente es que se erige la más reciente creación del colectivo Quimbumbia: EVOLUCIÓN.
EVOLUCIÓN es un videojuego que se inserta en cuestiones que, aunque cotidianas, resultan trascendentales para la Cuba de hoy. Manolito es un policía que se transforma interna y externamente a medida que corre para no ser alcanzado por el Statu quo, en busca de un cambio que beneficie a la mayoría de los cubanos en temas como el acceso a la información, la libertad económica, la lucha contra la corrupción o la libertad de viaje.
Al igual que otros ejemplos exitosos como Darfur está muriendo, Contra viento y marea y Food-Force, EVOLUCIÓN es un videojuego con contenidos socio-políticos. Sin embargo, no es un juego que signifique una beligerancia frontal contra el sistema cubano, pues la inevitabilidad del cambio es piedra angular de la ética marxista y la dialéctica de la historia. No obstante, sí se trata de sumar un sentido de urgencia hacia un cambio que es necesario e inevitable.
Como “juego serio” al fin y al cabo, EVOLUCIÓN aporta determinados valores que van más allá del mero entretenimiento, aunque sin menoscabar esta función primigenia de todo videojuego, y agregando otras, como la concientización, la creación de sensibilidad sobre temas sociales a partir de un proceso lúdico, y la proposición de una nueva forma más dinámica y creativa de hacer periodismo ciudadano. Además, es un videojuego que funge como instrumento para impulsar la reflexión política con la mayor objetividad posible y sin odios añejos; que fomenta un debate mayor sobre la utilización de Internet como un derecho inalienable; y que promueve las potencialidades de las nuevas tecnologías como formas novedosas de incitar sensibilidades dormidas y expresar nuevos tipos de recepción, disfrute y apropiación.
Por otra parte, al hecho de que EVOLUCIÓN desdeña la absoluta fantasía para anclarse directamente en la realidad, se suma una impronta estética donde los escenarios y personajes revelan rasgos de evidente cubanía. Incluso los personajes de fondo que no tienen ninguna interacción con el jugador, contribuyen a confirmar un legado de la animación cubana, materializado en las Chunchas de Gaspar González o en los campesinos que, machete al ristre, recuerdan a los Valdés de Juan Padrón. Además, los creadores de Quimbumbia también beben de la herencia gráfica de otros como Mario Rivas, con sus históricos bohíos, o del humor cáustico de los Filminutos de Tulio Raggi o los Para Curiosos de Ernesto Padrón.
Conforme Manolito avanza por La Habana, la campiña o la playa, se descubren hitos culturales perfectamente distinguibles: la palma real, las banderas de la estrella solitaria, los almendrones y cocotaxis, la clave cubana que se escucha como música de fondo, las libretas de abastecimiento, los sombreros de yarey, los edificios de microbrigada, y esa marcada inclinación que tiene el cubano por el humor como expresión de la burla y el choteo nacional ante todo y para todo, incluso con las desgracias individuales o colectivas. Ahí esté el sello de EVOLUCIÓN: un juego serio para reír y divertirse un rato, lo cual resultaría paradójico si no entrasen en la ecuación la discusión y la reflexión que puede suscitar.
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